La desecación romana

A lo largo de los últimos 2000 años hubo numerosos proyectos e intentos para la desecación de la Laguna de Antela. El primero de los que se tiene noticia fue ejecutado en el primer tercio del siglo II, durante el mandato del Emperador Adriano (Rivas, 1985), quizás coincidiendo con una pequeña era de precipitaciones inferiores a las actuales. El canal principal abierto por los romanos tenía dos brazos cerca de Vilar de Barrio, para recoger todas las aguas de la cabecera, y a lo largo de sus 27 km de longitud hasta Ponte Liñares recibía varios canales secundarios que, desde las márgenes de la laguna, llevaban las aguas de los pequeños riachuelos hasta el canal principal que tenía 17 m de ancho y 1,5 de profundidad (Conde-Valvís, 1975).

Tras la desecación romana, la explotación agrícola de Antela debió de ser muy rentable, pues a la Limia se le comenzó a llamar "el granero de Galicia" y "Palla Aurea" pero, a partir de una época no precisada, "el caso es que Antela volvió a lo suyo, todo se inundó otra vez y lo único que se conservaba era algún resto de los cúmulos de tierra que enmarcaban el canal" (Rivas, 1985).

Como bien destacó S. González (en Martínez Carneiro, 1997), "no sólo desconocemos el momento en que aconteció ésto, sino también sus causas. Curiosamente, ninguna de las personas que a lo largo de los siglos propusieron desecar de nuevo Antela pareció plantearse los motivos de este primer fracaso, a pesar de su trascendental interés." Con la perspectiva y los conocimientos actuales este autor planteó dos hipótesis contrapuestas:

  • De acuerdo con la primera de ellas, el deterioro de las obras de drenaje redujo, o anuló, su eficacia y provocó la inundación progresiva de las tierras de cultivo y su abandono. Pero, si estas tierras eran (aún) tan productivas, ¿como es posible que unos agricultores o propietarios prósperos dejasen arruinar las obras de drenaje que les garantizaban su riqueza?.

  • La segunda de las hipótesis se basa en la posibilidad bien verosímil de que, tras un período de fructífera explotación agrícola, el rendimiento de las tierras desecadas por los romanos decayera, más o menos rápidamente, como consecuencia del agotamiento de la fertilidad. La menor rentabilidad agrícola de estas tierras conduciría a su progresivo abandono y haría insostenible el mantenimiento de los canales de drenaje, provocando su ruina y la nueva inundación de Antela.

Hay varios argumentos a favor de esta segunda hipótesis. La exuberancia vegetal y la elevada productividad de las zonas húmedas depende, precisamente, de sus peculiares características (presencia de una lámina de agua poco profunda, que permite la actividad fotosintética, acopios de elementos minerales producidos por el arrastre y la interfase tierra-agua), y su drenaje permite tan sólo una explotación agrícola temporal, durante un período más o menos breve. Además, la explotación agrícola de Antela tenía y tiene severas limitaciones:

  • Climatológicas, por el déficit hídrico estival y el reducido período libre de heladas, apenas 123 días entre el 26 de mayo y el 26 de septiembre ya que el promedio anual es de 133 días de heladas (Carballeira et al. 1983).

  • Edafológicas, pues los suelos son ácidos, muy arenosos, de débil estructura y poco fértiles (Díaz-Fierros y Gil-Sotres, 1984).

Abedules

Fotografía: Abedules helados.